domingo, 20 de enero de 2013

EL PAPEL DE LA ESCUELA EN EL DESARROLLO DEL ADOLESCENTE



EL PAPEL DE LA ESCUELA EN EL DESARROLLO DEL ADOLESCENTE
(JAVIER ONRUBIA)
La adolescencia constituye una etapa de notables cambios en el desarrollo psicológico de las personas, que afectan a los distintos ámbitos del comportamiento de las mismas y que marcan de manera decisiva su incorporación a la vida y al mundo de los adultos.
La escuela constituye uno de los escenarios en que los adolescentes de nuestra sociedad ocupan buena parte de su tiempo, sea directamente ó indirectamente. La relación entre ambas cuestiones, sin embargo, tal vez no sea valorada con la misma unanimidad por todos
La adolescencia puede caracterizarse, en su conjunto, como una etapa de transición hacia las formas de comportamiento personal y social propias de la vida adulta, en la cual aparece implicado el dominio de una amplia gama de nuevas potencialidades comportamentales de interpretación de la realidad personal, física y social, así como de actuación sobre la realidad. De acuerdo con la segunda, esa transición tiene, como una de sus notas definitorias, la de ser social y culturalmente medida, tanto desde el punto de vista interpersonal como desde el punto de vista con-textual; dicho en otros términos, las relaciones e interacciones entre el adolescente y las personas que le rodean, así como las características de los distintos contextos en que participa, influyen de manera fundamental en la actualización de las nuevas potencialidades de comportamiento que ofrece la etapa, y en la manera en que se concrete la transición adolescente hacia la vida adulta. Desde esta perspectiva, la escuela, como uno de los contextos en que los adolescentes participan de manera habitual, y por sus especiales características, puede jugar un papel relevante en esa actualización de capacidades y, en general, en el conjunto de la transición adolescente.
LA TRANSICIÓN ADOLESCENTE
Los niños experimentan un amplio conjunto de cambios corporales que los transforman, desde el punto de vista biológico, en individuos adultos con capacidad para la reproducción. El acceso a esta capacidad biológica no se asocia automáticamente, en los grupos humanos, al acceso al estatus psicológico y social de persona adulta. Ello tiene que ver, en buena medida, con el carácter cultural que presenta el desarrollo y el comportamiento de los individuos de la especie humana: la continuidad dela especie implica, en nuestro caso, la transmisión de padres a hijos no solamente de una cierta herencia genética biológicamente regulada, sino también una cierta “herencia cultural”. El acceso al estatus adulto implica la necesidad de adquirir un amplio conjunto de capacidades y formas de comportamiento En algunos grupos humanos, la distancia entre el momento de acceso a la madurez sexual y el acceso a ala condición adulta es pequeña. En estos grupos habitualmente sociedades de nivel tecnológico relativamente bajo y en que la maduración biológica se da de manera relativamente tardía en relación a nuestros patrones, la posibilidad de reproducción sexual se da en un momento en que los jóvenes dominan las capacidades necesarias para, por ejemplo, obtener alimento, atender sus propias necesidades materiales y cuidar a los niños pequeños. En otros grupos humanos, sin embargo, entre los que se encuentran las sociedades industrializadas como la nuestra, la adquisición y dominio de las capacidades y formas de comportamiento que confieren el estatus adulto se produce de manera significativamente retardada en el tiempo con respecto al acceso a la posibilidad biológica de reproducción. Este dilatado período de tiempo, que típicamente es en estas sociedades de al menos seis o siete años, y que puede prolongarse más allá de los nueve o diez en que el individuo es adulto biológica pero no socialmente, y en que tiene que enfrentarse a una amplia y compleja gama de tareas evolutivas necesarias para ocupar su lugar como miembro adulto y de pleno derecho del grupo social, es lo que denominamos habitualmente “adolescencia”, atribuyéndole un carácter específico como periodo peculiar en el proceso evolutivo de las personas.

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