lunes, 21 de enero de 2013

Bitácora La secundaria como fromadora de la identidad



La escuela secundaria es parte de la formación de los   adolescentes, ya que es un lugar donde pasan la mayor parte del tiempo, donde conviven con gente de su misma, mayor o menor edad,   la escuela secundaria, representa un lugar donde los alumnos comparten sus ideas, metas, algunas expectativas, sus intereses, etc. 

Pero en sí, los individuos comparten un salón, ven a sus compañeros de lunes a viernes, pero no todos los días son iguales, a veces llegan con apatía a la escuela, otras veces alegría; donde hice mi observación vi su comportamiento de los alumnos tanto dentro como fuera del salón de clases, noté que hay grupos donde los adolescentes son integrados por un número de adolescentes que comparten gustos sobre lo cotidiano para ellos, me refiero a gustos por los mismos deportes, música, programas de televisión, pero no encontré que tuvieran gustos por las drogas y el alcohol, además su principal deseo es que puedan estar lejos de sus padres, ya que ellos se sienten “libres” pero sobre todo prestan más atención hacia sus compañeros que a sus padres.

La escuela secundaria influye en su desarrollo de la identidad, y de la independencia, ya que durante su estancia, van creando, algunas de sus ideas para futuro, como por ejemplo, que expectativas tienen para tener buenas calificaciones durante el bimestre, para fin de año, al salir de la secundaria, esto es parte de su autonomía conductual, porque algunos ya no se retractan de sus decisiones y aceptan sus consecuencias.

Al relacionarse con los demás, notarán ellos dos tipos de situaciones, si se sienten y son aceptados o el caso contrario, en el primer caso si los individuos comparten ideas, gustos, etc. Se sentirán aceptados, y además eso elevará su autoestima, porque el sentirse bien consigo mismo, se sentirá de esa misma con los demás, y por el contrario, si   el individuo no se siente aceptado por sus compañeros, maestros, y
amigos.

Bitácora disciplina





La cuestión de la relación entre disciplina y aprendizaje es crucial. Lo suficientemente claro es, que en un aula disciplinada es más fácil activar a los alumnos de la manera deseada por el profesor; por consiguiente, se podrá hacer un uso más racional del tiempo en la realización de las tareas, al no ser necesario su empleo en problemas organizativos. Por supuesto, la existencia de un aula disciplinada, no necesariamente implica que el aprendizaje esté teniendo lugar.
Con frecuencia se observan aulas disciplinadas con poco o ningún aprendizaje ocasionado por la poca calidad de las actividades que se realizan, las que de por sí carecen de valor de aprendizaje. Ciertamente, existe relación entre ambos, pero no es consistente o inevitable. Nótese, sin embargo, que lo contrario tiende a ser más consistentemente verdadero, es decir, poco o ningún aprendizaje se producirá dentro de una atmósfera indisciplinada. Sobre esta base y como objetivo del presente artículo se ofrecen consejos prácticos a los profesores de Secundaria Básica con la finalidad de resolver este problema.
En función de esto nos preguntamos: ¿Cómo es un aula disciplinada?
Con frecuencia, nuestros profesores de idioma Inglés, fundamentalmente aquellos que laboran en el nivel de Secundaria Básica, rechazan el uso de actividades comunicativas como el trabajo en pareja y en grupo, aludiendo que le provocan indisciplina. En verdad, estas actividades que implican cierto ruido, solo toman parte del tiempo de una clase, pero ¿qué sucede en el resto?
Otro argumento a ser considerado es el siguiente: la tranquilidad o quietud de los alumnos en la clase no necesariamente significa que esta sea disciplinada. Muchos profesores ignoran la existencia de la denominada indisciplina pasiva, es decir, aquella que se produce cuando el alumno muestra apatía por la actividad que se le orienta en la clase y no participa en su realización; este tipo de indisciplina es más característico de la clase convencional que de aquella en la que prima como patrón comunicativo fundamental, el que se produce entre los propios alumnos.
Este tipo de indisciplina generalmente suele ser más perjudicial que la indisciplina activa, la cual puede ser fácilmente detectada y corregida. Además, esta última, tiende a desaparecer cuando los alumnos se involucran en el proceso de aprendizaje.
Otra característica de una clase disciplinada es la concerniente al control que ejerce el profesor sobre la misma, responsabilidad que, por supuesto está en sus manos, y que se manifiesta de diferentes formas: cuando es más o menos autoritario, liberal, rígido o flexible en la operación de dicho control.
La disciplina también se manifiesta en el grado de cooperación de los participantes, es decir, la cooperación entre los propios alumnos, así como entre los alumnos y el profesor. Esta normalmente aparece como resultado de la aplicación de métodos éticos, educacionales, o prácticos.
Otro rasgo que debe ser objeto de análisis es la correlación entre disciplina y motivación, que aunque no es absoluta, por asociación, lo más probable es que si el grupo está motivado para aprender, será de más fácil manejo por parte del profesor.
El factor probabilidad, más que la inevitable relación causa-efecto, está presente en el hecho de que en una clase que se desarrolla acorde a su plan, tiende a ser más disciplinada: el profesor conoce lo que debe hacer en cada momento, las actividades fueron bien preparadas y organizadas y el conocimiento de que el proceso está claramente planificado contribuye a la confianza de alumnos y profesores.
Por otro lado, los cambios e improvisaciones no siempre conducen a la indisciplina, sino que puede que la eviten.
El conocimiento y acuerdo compartido con respecto a los objetivos que se pretenden alcanzar en una clase determinada contribuyen a que se eleve la motivación en el grupo de estudiantes. De primordial importancia es el hecho de que esos objetivos estén en función del alumno y de su caracterización.
Por último se hará referencia a un aspecto que en ningún sentido es de menos valor, sino por el contrario, es uno de los más significativos: para que el profesor sea respetado lo primero que debe hacer es respetar a sus alumnos, es decir, la existencia del respeto mutuo. El respeto y admiración que sientan los alumnos por su profesor, deberá estar condicionado, entre otros factores, por el grado de ejemplaridad que alcance como resultado de su modo de actuación, así como por el dominio que demuestre poseer del contenido de la enseñanza.
Según criterio de los autores del presente trabajo, las características de un aula disciplinada son las siguientes:
  1. La relación diagnóstico-clase es evidente.
  2. El aprendizaje está teniendo lugar.
  3. Existe una atmósfera apropiada para que se produzca el aprendizaje.
  4. El profesor tiene control de la actividad.
  5. La cooperación entre los participantes del proceso se desarrolla de manera fluida.
  6. Los alumnos están motivados.
  7. La clase se desarrolla acorde a su plan.
  8. Tanto el profesor como los alumnos se esfuerzan por cumplir los objetivos trazados.
  9. Se pone de evidencia el respeto mutuo.
  10. El profesor es ejemplo para sus educandos.
A continuación se ofrece una lista de consejos prácticos para los profesores con vista a lograr la disciplina de los alumnos en el aula. La misma se ha elaborado teniendo en cuenta los resultados de una encuesta a aplicada a un grupo de profesores experimentados, así como las opiniones de los autores de este trabajo.
Consejos prácticos para lograr la disciplina de los alumnos en la clase.
  1. Mantenga una posición firme desde el primer día.
  2. Garantice que haya silencio cuando usted se dirija a sus alumnos.
  3. Conozca y utilice el nombre de sus alumnos.
  4. No mantenga una posición fija durante el desarrollo de toda la clase, es decir, recorra el aula de vez en cuando.
  5. Inicie su clase con algo que atraiga de manera especial el interés y la curiosidad de los alumnos, trate de sostener o mantener la motivación durante toda la actividad.
  6. Hable claramente.
  7. Asegúrese de que sus instrucciones son lo suficientemente claras para que sean comprendidas por los alumnos.
  8. Prepare materiales extras para atender las diferencias individuales de sus alumnos.
  9. Haga que su trabajo se corresponda con la edad, intereses, necesidades, y habilidades de sus alumnos.
  10. Desarrolle el arte de medir el tiempo de la clase.
  11. Varíe sus técnicas de enseñanza.
  12. Trate de anticipar los problemas de disciplina y actúe rápidamente.
  13. Evite las confrontaciones.
  14. Muéstrese como alguien en quien sus alumnos pueden confiar, demuestre que usted está presto a ayudarlos en la solución de sus problemas.
  15. Respete a sus alumnos.
  16. Mantenga una postura ejemplar.
  17. Utilice el humor de forma constructiva.
  18. Muestre cordialidad y amistad por sus educandos.
  19. Demuestre que usted posee buen dominio del contenido de enseñanza.
  20. Relacione su ciencia o ciencias al impacto social que esta o estas producen en sus alumnos.
Aunque la responsabilidad inmediata en el mantenimiento de la disciplina en la clase, en la mayoría de las situaciones le corresponde al profesor, el objetivo final es llegar a un punto en que el alumno asuma o comparta dicha responsabilidad. La habilidad de la autodisciplina es, hasta cierto sentido, una función de la madurez del alumno, pero puede ser fomentada por el profesor. Gradualmente se debe incorporar a los alumnos a que compartan la toma de decisiones en el proceso de ordenamiento y manejo del trabajo en el aula.
A continuación se ofrecen algunas recomendaciones prácticas dirigidas a la prevención y tratamiento a problemas de disciplina que suelen aparecer en la clase. A pesar del tono prescriptivo, no trate estas direcciones como un tipo de "verdad" objetiva, ellas deben ser consideradas como una posible expresión de las realidades del aula, las cuales usted puede evaluar para que constituyan un punto de partida para el desarrollo de estrategias que funcionen en su caso particular.
El tratamiento a los problemas de disciplina será analizado en tres momentos fundamentales:
  1. Los profesores que con más éxito logran mantener la disciplina de sus alumnos en clase, no son aquellos que sobresalen en el tratamiento a los problemas, sino por el contrario, aquellos que saben cómo evitar que esto surja. Para ello se sugieren tres estrategias preventivas fundamentales:
    1. Planificación cuidadosa:
    2. Cuando una clase ha sido planificada y organizada cuidadosamente, esta proporcionará un sentimiento de propósito, que mantendrá la atención de los alumnos en la actividad que se desarrolla en ese momento, o de anticipación para la siguiente, y por ende, no permitirá la formación de un vacío que pudiera ser llenado por elementos distractores o contraproductivos. Es más, el conocimiento de que todo ha sido planificado contribuye, en gran medida, a la propia confianza del profesor y a su habilidad de ganar la de sus alumnos.
Algunas veces los problemas de disciplina aparecen debido a que los alumnos no conocen ciertamente lo que se supone debieran estar haciendo en un momento determinado. Las instrucciones, aunque toman una pequeña proporción del tiempo de la clase, son cruciales. La información necesaria debe ser comunicada clara y rápidamente. Esto no es incompatible con la existencia de la negociación alumno-profesor acerca de qué hacer, pero demasiadas indecisiones y cambios imprevistos pueden distraer y aburrir a los alumnos, con implicaciones obvias para la disciplina.
    1. Instrucciones claras:
    2. Mantenerse al corriente:
El profesor necesita saber constantemente lo que está sucediendo en cada parte del aula. Debe mantener sus ojos y oídos abiertos, como si tuviese antenassensitivas o un radar constantemente en alerta; esto garantiza dos cosas: primero, los alumnos conocen que el profesor está al corriente de ellos todo el tiempo lo que anima la participación y desanima la posible aparición de cualquier actividad desviadora. En segundo lugar, le permite al propio profesor estar listo para detectar la pérdida de interés o distracción de los alumnos y hacer algo antes de que esto se convierta en un problema.

Bitácora autonomia




Uno de los procesos que se ponen en marcha con la llegada de la adolescencia es el distanciamiento afectivo con respecto a los padres y la búsqueda de una mayor autonomía personal por parte del adolescente, algo que suele generar un aumento de la conflictividad en el hogar. Así, son frecuentes las discusiones entre padres e hijos acerca de los asuntos más variados, como la hora de llegar a casa, el desorden en su habitación, el tiempo dedicado a estudiar, etc. Pues bien, hay datos que indican que este distanciamiento emocional puede ser más complicado en el caso de los chicos y chicas que establecieron durante la infancia apegos de tipo inseguro.
Uno de los resultados más consistentes de la investigación reciente es que los adolescentes con modelos de apego seguro manejan los conflictos con sus padres implicándose en discusiones en las que ambas partes tienen la oportunidad de expresar sus pensamientos, y que tratan de encontrar soluciones a sus desacuerdos mediante fórmulas que equilibren sus necesidades de mayor autonomía con esfuerzos por preservar una buena relación con sus padres. Es probable que en estas familias el proceso sea menos problemático porque estos chicos y chicas tienen la confianza de que a pesar de los desacuerdos la relación con sus padres se mantendrá intacta, ya que es más fácil y seguro discutir con los padres cuando se sabe que se podrá seguir contando con ellos. Y las discusiones y conflictos son una necesidad, ya que favorecen el reajuste de las relaciones parento-filiales.

Sin embargo, el distanciamiento emocional de los padres puede resultar especialmente estresante en aquellas familias con adolescentes que desarrollaron modelos de apego inseguro. En estos casos la búsqueda de autonomía puede ser experimentada como una amenaza para la autoridad paterna o materna y para la relación parento-filial, y tanto los adolescentes como sus padres pueden verse abrumados por la fuerte carga afectiva suscitada por sus conflictos y desacuerdos.

Cuando se trata de adolescentes evitativos o autosuficientes, será más frecuente que las discusiones se resuelvan de forma poco productiva y que tiendan a evitar soluciones negociadas, siendo la retirada del conflicto la estrategia más frecuente. Así, la menor implicación afectiva con las figuras de apego que suelen mostrar estos sujetos será un hándicap para la resolución de la tarea de renegociar las relaciones parento-filiales, y más que reajustar la relación para atender sus nuevas necesidades de autonomía a la vez que se mantiene un vinculo positivo, estos chicos y chicas tenderán a rechazar y cortar la relación con sus padres.


En cuanto a los sujetos inseguros ambivalentes o preocupados, será más frecuente la implicación en discusiones muy intensas e improductivas que terminan minando la autonomía del adolescente. Por otra parte, estos sujetos tienden a sobredimensionar los problemas en sus relaciones familiares, al menos por encima de lo que suelen percibir sus propios padres o los iguales. Estas dificultades suelen mantenerse a lo largo de toda la adolescencia, lo que suele entorpecer la resolución de algunas tareas relacionadas con la autonomía personal. En este caso, más que rechazar a sus cuidadores pueden permanecer excesivamente atados a ellos, de ahí las dificultades que experimentarán en el logro de la autonomía.

En definitiva, parece evidente que la seguridad en el modelo de apego favorece un distanciamiento de los padres más saludable.

Bitácora juventud y grupos de pares





Indudablemente lo hacen, pero la comunicación entre las personas tiene distintos canales y quizás el no estar en la misma "onda" genera alejamiento y falta de comprensión. Por el contrario, cuando "sintonizamos" generamos vínculos que pueden ser de afecto.

¿Que pasa cuando estos vínculos están mantenidos por la agresividad y la violencia?

El grupo actuando corporativamente defiende a sus integrantes, pero el precio es manejar sus valores para mantenerse dentro del mismo.

Algunos adolescentes prueban alcohol, cruzan semáforos en rojo, corren picadas, y en algunos casos lo hacen para no sentirse discriminados.

Sin embargo deben aceptar la distancia necesaria para permitirles crecer. Ese ir y venir que muchas veces significa ponerse a prueba, transgrediendo.

Los adultos pensamos frecuentemente que los adolescentes no saben lo que está bien o mal y que de nada sirvieron nuestras enseñanzas. Sin embargo, ellas son el bagaje que influirá en su desarrollo.

Frente a las transgresiones, la mejor receta es el diálogo y ayudarlos a comprender por qué y para qué hacen lo que hacen. Los chicos saben, pero debemos ocuparnos y buscar con ellos alternativas. Quizás así podamos evitar que las transgresiones se conviertan en problemas.

¿Cómo enseñarles a hacerse respetar por sus amigos?, ¿a sostener una decisión?, ¿a manejar las presiones?

Aún siendo el grupo lo más importante en esta etapa, no todo son rosas en estos vínculos, como no lo serán a lo largo de la vida: rechazo, indiferencia, discriminación... comienzan a vivir y este es el inicio de un aprendizaje constante.

El poder acompañarlos en este proceso, escuchándolos, respetando sus opiniones, no ridiculizándolos, los ayudará a crecer. No olvidemos que la familia transmite su manera de manejar los vínculos hacia el afuera, por eso la coherencia entre lo que decimos y hacemos es indispensable.