domingo, 14 de octubre de 2012

Desarrollo de la personalidad y de la identidad (Susan Harter)

La identidad es una construcción social; es decir, el concepto de sí mismo representa, en gran medida, la incorporación de las actitudes de la personalidad que personas importantes consideran fundamentales. Los padres, los compañeros de clase, los amigos íntimos, en particular, representan la fuente principal de dicha representación. Mejor definidas como identidad del espejo, también podría definirse como la manera en que se incorporan la opinión en forma de un “otro generalizado”, amalgamando esas actitudes, si es posible, para construir la personalidad.
El juicio de que uno es “moral” requiere una integración compleja de las conductas propias en relación con los valores propios de la sociedad.
Las descripciones de sí mismo a menudo representan abstracciones de la personalidad: generalizaciones de orden superior vueltas posibles por los adentros cognoscitivos que emergen durante el periodo al que Piaget llamo pensamiento operativo formal. Es decir el adolescente puede incorporar descripciones concretas de su personalidad a una generalización de orden superior acerca de su identidad, como por ejemplo “tolerante” aunque es poco probable que el individuo aprecie a fondo los bloques de construcción de dichas abstracciones.


La autoestima positiva sirve de defensa ante la tensión y suele asociarse con una amplia gama de estrategias productivas de adaptación. Los individuos con baja autoestima corren más riesgos de trastornos emocionales y de conducta tales como ansiedad, de presión y falta de motivación o energía.

← La naturaleza del concepto de sí mismo del adolescente

Las descripciones de sí mismos suelen incluir una variedad de rasgos personales e interpersonales: amistoso, aborrecible, tolerante, popular, cohibido, peleonero, sensible. Además, los adolescentes describirán en general emociones, deseos, motivos, actitudes y creencias.