La identidad es una construcción social; es decir, el
concepto de sí mismo representa, en gran medida, la incorporación de las
actitudes de la personalidad que personas importantes consideran fundamentales.
Los padres, los compañeros de clase, los amigos íntimos, en particular,
representan la fuente principal de dicha representación. Mejor definidas como
identidad del espejo, también podría definirse como la manera en que se incorporan
la opinión en forma de un “otro generalizado”, amalgamando esas actitudes, si
es posible, para construir la personalidad.
El juicio de que uno es “moral” requiere una integración compleja de las
conductas propias en relación con los valores propios de la sociedad.
Las descripciones de sí mismo a menudo representan abstracciones de la
personalidad: generalizaciones de orden superior vueltas posibles por los
adentros cognoscitivos que emergen durante el periodo al que Piaget llamo
pensamiento operativo formal. Es decir el adolescente puede incorporar
descripciones concretas de su personalidad a una generalización de orden
superior acerca de su identidad, como por ejemplo “tolerante” aunque es poco
probable que el individuo aprecie a fondo los bloques de construcción de dichas
abstracciones.
La autoestima positiva sirve de defensa ante la
tensión y suele asociarse con una amplia gama de estrategias productivas de
adaptación. Los individuos con baja autoestima corren más riesgos de trastornos
emocionales y de conducta tales como ansiedad, de presión y falta de motivación
o energía.
← La naturaleza del concepto de sí mismo del adolescente
Las descripciones de sí mismos suelen incluir una variedad de rasgos personales
e interpersonales: amistoso, aborrecible, tolerante, popular, cohibido,
peleonero, sensible. Además, los adolescentes describirán en general emociones,
deseos, motivos, actitudes y creencias.